Recorrer el sendero parando a explorar los matorrales.
¿Ceñirnos a recorrer el sendero hasta las máximas consecuencias o explorar los matorrales haciendo caso a nuestra curiosidad? ¿Por qué no la intersección?
En este post trataré de darte (a través de citas de grandes autores) argumentos que respaldarán dos extremos opuestos:
Elegir un camino y ceñirte a él hasta las máximas consecuencias.
Ir de arbusto en arbusto sin conseguir salir jamás del bosque.
El objetivo será coger lo mejor de ambos extremos y formarnos una opinión en los grises de la intersección.
Vamos allá…
Ante la falta de verdad, debemos conformarnos provisionalmente con la simple certidumbre. En la moral provisional se corre el riesgo de error, pero es preferible tomar un principio inseguro y que tal vez nos lleve al error, que no tomar ninguno o que permanecer en la parálisis.
Puesto que tenemos que obrar, corremos el riesgo de ser como ese paseante perdido en un bosque, que no sabe como salir y que toma diversos caminos, da vueltas, retrocede y avanza, sin llegar nunca al final.
Frente a esta indecisión, Descartes preconiza que hay que hacer una elección y solo una y seguirla firmemente. Exactamente como recomienda al paseante perdido, que no saldrá del bosque más que si avanza lo más recto posible en la misma dirección, a fin de evitar el andar dando vueltas.
El hombre que toma decisiones y las mantiene firmemente, como el viajero perdido en el bosque, llegará a un lugar que aunque no sea donde él quería, pero siempre será mejor que andar perdido por el bosque.
— Descartes en “El Discurso del Método”.
Ante la parálisis por análisis, deberás actuar. No te queda otra. Pero de ahí a tener que ceñirte a una decisión que limitará tus movimientos a un único camino… Dudo que sea la decisión más inteligente. Las probabilidades de caer en coste hundido (el mismo que hace que sigas estudiando un grado o carrera por haber cursado ya un año) se disparan.
Ceñirte al camino con firmeza es como construir tu propia cárcel. Te conviertes en esclavo de las decisiones de tu yo del pasado. Deberás ignorar toda apetencia o curiosidad genuina en pro de avanzar lo más recto posible.
No sé tú, pero yo prefiero perderme por el bosque, explorar los arbustos y aprender. Solo entonces, con más información en tu poder podrás reajustar y perfilar tu dirección.
Nuestras preferencias cambian con el tiempo al igual que lo hacemos nosotros. Lo que hace dos meses parecía el camino perfecto hoy puede ser un infierno.
Procrastinar (“aplazar hasta el último momento lo importante haciendo cosas irrelevantes y/o inútiles”) cada vez está más mal visto, pero la realidad es que es un indicador perfecto que revela nuestras verdaderas preferencias y apetencias. “La distracción como brújula de carrera”, como dice Joan Tubau.
Pocos entienden que la procrastinación es una defensa natural consistente en dejar que las cosas sigan su curso y ejerzan su antifragilidad. Surge de una sabiduría ecológica o naturalista y no siempre es mala: en el plano existencial, es mi cuerpo que se revela al verse atrapado; es mi alma que se opone al lecho de Procusto de la modernidad. De acuerdo, en el mundo moderno mi declaración de renta no se hará sola, pero cuando aplazo una visita al médico por algo que no es vital o si retraso la redacción de un pasaje hasta que el cuerpo me diga que estoy preparado, puede que esté usando un filtro natural muy potente. Solo escribo sobre lo que me apetece.
Los psicólogos y economistas que estudian «la irracionalidad» no se dan cuenta de que quizá el ser humano solo tenga el instinto de procrastinar cuando no hay peligro para la vida. Yo no procrastinaré si veo entrar un león en mi dormitorio o veo fuego en la biblioteca del vecino. Y tampoco lo haré después de una herida grave. Pero sí que lo hago con procedimientos y deberes que no son naturales.
— N. Taleb.
Si creo que mi vida corre peligro, no dudaré en caminar (y correr si hace falta) recto y firme. Sin rodeos. Juro no morir como el Asno de Buridán (un asno que, incapaz decidirse ante un montón de heno y un cubo de agua que se encuentran a la misma distancia, acaba muriendo de inacción, por hambre y sed).
Hasta entonces, me permitiré explorar los arbustos (sabiendo que me darán más información para escoger la dirección correcta) que, aun pinchándome, será un coste menor comparado con los mil tesoros escondidos.
Actuar como un flaneûr:
El flâneur. Dícese de aquel que callejea, que vaga por la ciudad sin dirección conocida. Personaje propio del París del XIX, el flâneur reajusta sobre sus pasos, improvisa la ruta según las sensaciones del momento. Que no defina un rumbo no quiere decir que esté perdido, que no se fije una meta no significa que carezca de objetivo. Ese es, precisamente, su secreto. Siempre por accidente, moviéndose sin prisas explora oportunidades inesperadas, paseando sin mapa descubre imperios perdidos. La curiosidad como única brújula en las calles de la medina. Abraza la incertidumbre, siente la emoción en el descubrimiento. Un flâneur no busca, un flâneur encuentra.
— Joan Tubau.
El principal miedo es no llegar a ningún puerto a causa de no hacer avances tangibles. Yendo de un lugar a otro, explorando y persiguiendo tu curiosidad.
—Minino de Cheshire, ¿podrías decirme qué camino debo seguir para salir de aquí?
—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
—No me importa mucho el sitio —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
—Siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente!
La clave: caminar lo suficiente. Lo suficiente para no quedarte en la superficie. Conocer el camino para, posteriormente, decidir si abandonarlo o seguir recorriéndolo.
En la búsqueda del equilibrio, de los grises, de la intersección:
Resultan ansiosas y desdichadas la obstinación y la volubilidad. Ambos extremos son enemigos de la tranquilidad. Uno por no permitir cambiar nada y el otro por no resistir nada.
— Séneca.
Obstinado: Que se mantiene excesivamente firme a una idea, intención u opinión sin tener en cuenta otra posibilidad.
Vive cegado a toda oportunidad de cambio a mejor que le ponga la vida en el camino. Niega la espontaniedad.
Voluble: Que cambia fácil o frecuentemente de manera de ser.
Hoy quiere A, mañana B. Estos cambios constantes no le permiten construir nada relevante. Empieza con ánimo pero se viene abajo con los primeros problemas.
Se rinde antes siquiera de que sus esfuerzos hayan podido dar fruto.
Es tentador querer tomar un camino secundario, una ruta diferente a la marcada en el inicio. Especialmente cuando sentimos que la que estamos siguiendo no nos lleva a ningún sitio inmediato, o simplemente no vemos con claridad el final.
¿Cómo sabemos que el autobús que hemos elegido nos llevará al destino que necesitamos?
Es un acto de fé. No sabemos si estamos en el camino correcto. Sólo sabemos donde está la cima pero la realidad es que, en el día a día, el camino que recorremos es un bosque, y los árboles rara vez nos dejan ver la cúspide.
Lo único que podemos hacer es caminar lo suficiente, confiar en que nuestra intuición nos ayudará en el camino y en que sabremos separar el ruido de la señal (nuestra habilidad para detectar oportunidades).
Cabe la posibilidad de que, dejando de picar justo se encontrara el diamante a escasos metros. Pero también puede ser que estemos dándonos cabezazos contra un muro indestructible.
Esta respuesta de Oscar a esta pregunta que planteaba por twitter me ha flipado:
A veces intento seguir un sendero… pero cuando me doy cuenta estoy cual perrete, saltando de lado a lado del camino y perdiéndome entre los matorrales. Y me mola (creo que eso es la vida).
Y con esto cierro el post de hoy. En el siguiente hablaré sobre la importancia de tener mínimamente definida una dirección (que no camino) para que la información extraída de explorar los matorrales te permita tener las cosas cada vez más claras (para hacer avances tangibles), eliminando la sensación de ir dando tumbos por la vida.
🗞 Contenido en busca del “¡Eureka!“
Si te bajas ahora te lo pierdes. Reflexiones sobre cómo actuar en el entorno creativo. Saber distinguir la señal del ruido.
La curiosidad mató al gato. Cómo la sociedad cada vez más reprime y silencia la curiosidad. Muchas referencias a Alicia en el país de las maravillas.
Corazonadas. La importancia de perseguir tu voz interior hasta las máximas consecuencias.
En defensa de la procrastinación. Argumentos a favor de procrastinar.
Gracias por leer Efecto Eureka.
Si te ha gustado puedes darle al ❤ y compartirlo con otras personas.
Nos vemos el próximo Domingo con una nueva cápsula de conocimiento.